TEXTO DE CONTRAPORTADA
“Un joven se adentra en la tierra de Urumaco, una zona de Falcón, Venezuela, conocida por sus formaciones mesozoicas y cenozoicas, y allí, llevado por un profundo quiebre existencial, descubre un intersticio hacia otras dimensiones espirituales que resultan poderosas, alucinatorias, hermosas y sagradas. Estamos ante una épica del alma, ante un mapa que se va trazando sobre lo desconocido, una imposible guía de viajes hacia lugares tan antiguos como el universo, donde la lógica narrativa la dicta la experiencia profunda. Bienvenidos a los Cuadernos de Urumaco, una bitácora alucinatoria y fascinante que Andrés Levell nos ha obsequiado”. – Fedosy Santaella
FRAGMENTO INICIO DEL LIBRO
«Todo se oscureció en medio del desierto. Cayó súbita la noche sobre nosotros como un manto pesado. No lográbamos ver nada a nuestro alrededor. Sólo podía apenas intuirse una extraña luminosidad indescriptible que nos hizo voltear hacia arriba. En pleno cenit flotaba un sol brutalmente negro, ceñido por ese gigantesco aro de fuego del que emanaba un resplandor insoportable y fascinante, perturbador. Y vimos, con más estremecimiento que asombro, que los animales se habían puesto de rodillas; hincando sobre la tierra sus patas traseras, hacían gestos imposibles como si intentaran saltar o sostenerse en el aire y subir. Algunos perros ladraban, enloquecidos y atormentados corrían por todas partes en el inabarcable desierto. Las pocas aves que cruzaban el firmamento se quedaron suspendidas en el aire con sus alas extendidas, como ángeles».
‘Obertura Solar’ de «Cuadernos de Urumaco». Andrés Levell
DISPONIBLE EN LAS LIBRERÍAS (Caracas):
- Librería El Buscón
- Librería Kalathos
- Librería Alejandría
- Librería Insomnia
- Librería Ago
- Librería La Sopa de Letras
- Librería Libroria
DISPONIBLE PARA CONSULTAS EN LAS BIBLIOTECAS:
- La Poeteca (Caracas)
- La Rama Dorada (Mérida)
PALABRAS DE PRESENTACIÓN
Un viaje que comienza en el desierto de Falcón: sobre Cuadernos de Urumaco, de Andrés Levell
Ricardo Ramírez Requena
Hay muchos libros dentro de Cuadernos de Urumaco de Andrés Levell. Mi conocimiento musical es nulo, pero me gusta pensarlo como una sinfonía. Me gusta pensar que Andrés compuso el libro de esa manera, pensando en muchas voces, melodías e instrumentos. Hablamos de un libro en donde los cantos, las vibraciones y sonoridades van haciendo su estructura y en donde una capacidad verbal insólita, va construyendo una historia inesperada.
Cuadernos de Urumaco es un libro de viaje hacia un desierto en Falcón, en donde un hombre busca algún tipo de respuestas a sus incertidumbres. Este viaje es iniciático, en todo su elemento arquetipal. La presencia de lo onírico, del desierto como un personaje más, va definiendo todo. Pero en este libro todo es personaje: el clima, los sueños, lo erótico, la vegetación, la fauna, los cielos, lo infiernos. Por eso hablo de una composición sinfónica. De una narración que se va haciendo siempre por capas, por fugas, por elevaciones y descensos. Lleno de túneles, cada túnel es una forma de fuga a nuevos libros que se alimentan de otros que ha venido narrando. Como una versión de Las mil y una noches, pero con atlantes, extraterrestres, maestros y ángeles y ascendidos.
Debo decir que esta obra me ha parecido impresionante. Es como un Silmarillion criollo. Pero además uno encuentra grandes lecturas: los griegos y romanos, Ulises, Jonás, Eneas; El viaje de Dante, y también la presencia de una obra poco explorada en el ámbito hispano: El paraíso perdido, de Milton. Esa capacidad de trabajar las imágenes, las historias y los personajes. Veo también (cita a algunos de ellos, en especial al principio de la obra), la influencia de algunos visionarios de la literatura: William Blake, Arthur Rimbaud, Walt Whitman. Levell se propone la construcción de un universo propio a partir de múltiples universos. Creo que lo logra. Voy a explicar por qué:
Venezuela es un país espiritual. Todos creen en algo. Un país de ánimas y aparecidos, de fantasmas, diosas de la naturaleza, del mar, de la montaña, del llano. Un país de santos y vírgenes. Un país de creyentes. El alma es algo natural, tanto como el espíritu. Con un inicio que nos recuerda a Castaneda y un espíritu reveroniano, Levell construye el peregrinaje de un hombre por el inframundo, por múltiples civilizaciones, culturas, referentes (Tenochtitlán, Delfos, son algunos de ellos), mitologías, lenguajes, por planetas, galaxias y cielos, logrando una propuesta cósmica y religiosa notable. Hace un trabajo de síntesis deslumbrante.
En pocas palabras, creo que se propone un libro fundacional.
Cuadernos de Urumaco es la composición de una sinfonía llena de elementos religiosos, arquetipales, oníricos, simbólicos. Construye un mundo a partir de herencias y tradiciones universales pero también dando un importante lugar a referentes venezolanos: Falcón, el Orinoco, Amazonas, el Waraira Repano, y el Tepuy como elemento simbólico fundamental.
No sé si lo que ha escrito Levell es fruto de sus propias experiencias o de la ficción. Me gusta dejar esa duda. Me sostengo en ella. Yo leí el libro como si todo fuera cierto, y creo que de eso se trata la literatura.
Cuadernos de Urumaco es uno de los libros más insólitos que he podido leer, escrito por un venezolano. Es una montaña rusa que te deja lleno de serenidad.
Oscar Todtmann editores es una editorial singular. Se dio a conocer por publicar libros de fotografías, de viajes por el paisaje venezolano. Pero también por publicar obras sobre el Zen y otras propuestas espirituales, además de narrativa y poesía. En este sentido, es una editorial alemana en tierras tropicales. Ese mix, siempre me ha encantado. Muestra mucho de lo que somos. Creo que Cuadernos de Urumaco logra condensar muchas de las líneas que Oscar Todtmann editores ha seguido. Han hecho una buena apuesta.
Es un viaje que vale la pena.
PRESENTACIÓN-BAUTIZO-RITUAL de «Cuadernos de Urumaco»
Con palabras de la editora Luna Benítez en representación de O.T. editores, y de los escritores Ricardo Ramírez Requena y Fedosy Santaella, la presentación-bautizo-ritual de «Cuadernos de Urumaco» se realizó en alianza con la Librería El Buscón, Oscar Todtmann Editores y Trasnocho Cultural en Caracas en junio de 2022, acompañados de un performance ritual del autor acompañado por integrantes del ensamble poético musical 4 Grados del Fuego: Anahís Monges, Adrián Arias Pomontty, Oswaldo Flores, Alejandro Indriago, Bolívar Pérez, Keban Frías y Liber Oscher.
Registro fotográfico y video: Cito Sánchez
PALABRAS DE PRESENTACIÓN
Interioridad visionaria en Andrés Levell, a propósito de Cuadernos de Urumaco
Ana María Hurtado
Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito.
William Blake
Cuando perseguí las imágenes interiores fue el momento más importante de mi vida. De allí deriva todo.
Carl Gustav Jung
El viaje que Andres Levell inicia en Urumaco, como todos los grandes viajes es una travesía a la interioridad, como lo diría Pessoa: Los viajes son los viajeros/ lo que vemos/ no es lo que vemos, sino lo que somos .
Los viajes de por sí son arquetípicos, inicio de un recorrido o peregrinación donde el caminante se asume destino, impulsado por algo que lo sobrepasa, ya sea que se inicie en una selva oscura, como en el caso de Dante o en un desierto como en el caso de Ignatius; el viajero se introduce en un territorio desconocido del cual emerge transformado. Vale decir que Urumaco, región del estado Falcón, es mucho más que un desierto, es un paraje alucinante, único en el mundo, que guarda en sus tierras un exuberante yacimiento paleontológico. En la zona pueden observarse formaciones rocosas propias del mesozoico y cenozoico, junto a multitud de faunas marinas, fluviales y terrestres, ya extintas hace millones de años. Hay profusión de vertebrados fósiles de distintos períodos que oscilan entre 23 y 2,5 millones de años. Sus rocas exhiben, gracias a la demoledora tarea del tiempo, faunas, floras y ambientes disímiles de un pasado milenario. La geología de Urumaco es compleja pues contiene una extensa secuencia de millones de años, con rocas provenientes de ámbitos marinos, estuarinos-lagunares, deltaicos y fluviales. Podemos con facilidad, imaginarlo como un monumental bestiario, un lugar de tesoros que dan testimonio de las magníficas criaturas extintas que alguna vez nadaron y caminaron por estas tierras. En él coinciden diversas eras del planeta, han existido allí paisajes inconcebibles de atroz belleza, de los cuales observamos vestigios igualmente asombrosos. Ya penetrar en un espacio tan singular es ser convocado a ejercer la imaginación. No es accesorio que este lugar sea el topos de inicio adonde arriba Ignatius luego de haber salido de la ciudad, es decir, de haber dejado atrás el marco de signos compartidos, la máscara civilizatoria, el referente explícito y conocido, para sumergirse, no sin resistencia, en este espacio insólito. En otro referente simbólico estamos ante la imagen arquetipal del Loco, le Mat, primera carta del Tarot, la que no tiene número: aquel que emprende un viaje, dejando atrás el sentido, que sintiendo la mordida de lo real no detiene su vocación de caminante, explorador, peregrino.
Abaisement du niveau mental, El desierto
Ignatius, personaje central, tras un quiebre psíquico necesita este extrañamiento que representa el volcar la energía psíquica hacia el adentro. Y encontramos acá otro referente arquetipal: el desierto, lugar de introspección, lugar desnudo de símbolos, donde lo real no está cubierto aún por el lenguaje. Comenzamos, entonces, con la representación de un viaje hacia la interioridad. El desierto, similar al bosque de los cuentos de hadas, es ese lugar alejado de la ciudad que se convierte en una amenaza dada su existencia excesiva. Este desierto tan paradójicamente fecundo en memorias arcaicas y fértil para la imaginación, brinda a Ignatius la posibilidad de traspasar los lindes y alcanzar progresivamente los confines de su psique personal para terminar hundido en las aguas primordiales del inconsciente colectivo. En este discurrir nos encontramos con el ejercicio visionario del autor, representado en una multitud prolífica de propuestas simbólicas encarnadas en imágenes. Entre las diversas lecturas que puede tener esta novela, opto por resaltar su cualidad visionaria a través del despliegue imaginal. La imaginación, facultad del alma que la asemeja al creador, como la consideraban ciertas tradiciones, permite que Andrés nos muestre cómo la expresión natural del alma es un enjambre vivo de imágenes y que éstas son inagotables, numinosas, arcaicas, esenciales, fundantes., y constituyen la investidura de los patrones arquetipales. Y los arquetipos aparecerán, constantemente en la novela, y decir arquetipo es decir inconsciente colectivo, psique primigenia donde los humanos nos encontramos entre sí y con la naturaleza, siendo parte de ella: Hombres serpientes, Hombres cocodrilos, el Niño de Oro, el Eterno Femenino, la Madre, Afrodita, la Hechicera, la Doncella, el Viejo Sabio, el inocente Parsifal, que es el propio Ignatius, el joven algo tonto de las leyendas artúricas, quien es también El Iniciado, o el Maestro del inframundo, donde creo reconocer al escultor Javier Lavel, el padre del autor… esas presencias arquetipales serán los cauces a través de los cuales su alma se crea, se destruye y se recrea.
Si bien cuando nos adentramos en los Cuadernos de Urumaco, recordamos a san Juan en Patmos y sus Revelaciones, a Swenderborg, a Blake, al don Juan de Castaneda, a tantos otros visionarios y visionarias, quisiera centrarme, en Hildegard von Bingen y en Carl Gustav Jung, quienes separados por siglos, resultan para mí la música de fondo que escucho con claridad e insistencia cuando leo a Levell.
Fenómeno visionario. Llegar a ser lo que uno es.
Acerquémonos al fenómeno visionario como un acontecimiento privilegiado de la subjetividad y de la capacidad imaginal y simbólica, donde el espacio en el cual se manifiestan es un topos íntimo, el mundo interno, aunque en correspondencia con el mundo externo, donde a su vez se genera un topos que contiene la experiencia visionaria. Sea literaria o vivencial, si es que pueden hacerse esas divisiones tan rígidas, los acontecimientos de la novela ocurren en una especie de interface transicional entre los mundos. Entre lo visible y lo invisible, lo posible y lo imposible, el microcosmos y el macrocosmos.
Si bien el logos crea al mundo desde el discurso, el alma, como afirma Hillman, es creada a partir de la imágenes, es decir su fuente primordial es la consciencia imaginal, la cual se desplaza en un presente sincrónico, discontinuo, que sigue un recorrido urobórico. El circulo es la itineratio alquímica: se trata del camino para llegar a ser lo que uno es… ese es el tema central de los cuadernos… pero ese recorrido es laberíntico, emparentado con lo visceral, lo preverbal, lo arcaico del cosmos, éste no en tanto infinitud del espacio exterior sino en el sentido originario que lo pensaron los griegos, el orden de lo que existe en el mundo sensible. Sin embargo, esa búsqueda que pretende llegar al origen es difícil por lo desbordado, al no haber alcanzado el control de la razón, en tanto narrativa lineal, el recorrido se hace desde los manantiales de la facultad imaginal, que es siempre recorrido interno, paisaje rizomático del adentro, cavernas y aguas lustrales. Somos criaturas que imaginan y en eso somos como el dios creador que imagina y crea, y a la vez somos lo creado imaginado: he ahí nuestra circularidad: nuestro ser urobórico. Partiendo de esta imagen podemos entender que Andrés nos conduzca por múltiples y rizomáticos túneles y pasadizos que dan vuelta sobre sí mismos, para no llegar nunca al mismo lugar.
Ignatius se va despojando de la estrechez humana en ese viaje que se inicia en Urumaco, a través de sucesivas transformaciones descubre que el mismo es el hombre serpiente o el hombre cocodrilo, humanidad en tanto humus, humus sin logos, sin sapiens, erosionarse, volver a ser arena antes de la palabra, de tal manera que Ignatius será también cada personaje que encuentra, tanto como el río, el lago, la montaña, los astros, una célula o un código genético… alcanzar la condición donde estamos más cercanos a la raíz, al árbol de la vida, a la burbuja cósmica, al polvo estelar, al abismo de la materia; en este punto el yo cotidiano sufriente -si aún podemos llamarlo yo- se desvanece en la experiencia visionaria, lo mismo que en la vivencia onírica. El libro de la naturaleza que se había convertido en algo mudo e indescifrable después de la caída, dice san Buenaventura, adquiere nuevas significaciones a través de la aproximación del visionario; en los antiguos bestiarios los animales reales o imaginados son encarnaciones de ideas repletas de significado. La combinación teratológica de criaturas híbridas, da cuenta de la propia capacidad divina para lo monstruoso, para la combinación de imposibles de los cuales somos tal vez un producto. Este tipo de visiones híbridas e insólitas también aparecen en los libros de Hildegard von Bingen, expresión de lo inefable, de la dificultad para llevar a una forma verbal o plástica el contenido de la experiencia, que con gran dificultad permite ser atravesada por el lenguaje. Hildegard ocupó diez años de su vida en escribir su experiencia, para Andrés Levell, el camino también ha sido largo. Lo cierto es que a través de la imaginación activa se accede al thesaurus inscrutabilis del que hablaba san Agustín, y también al Akakor de Ignatius. A la tierra celeste o la tierra intermedia, la Hurqalya de los sufíes. El gran estudioso del fenómeno visionario sufí, Henri Corbin: relaciona la visión con un lugar situado en otra geografía, la visión a pesar de ser de la interioridad amerita un espacio. Como se explica en un fragmento de Ibn Arabî : “Pues esta tierra encierra maravillas y sorpresas que somos incapaces de enumerar, y ante las que la inteligencia queda impresionada”. A esta tierra nos conduce Levell en su cuaderno de viaje, partiendo de Urumaco y su desmesurada belleza.
El corazón imaginal
San Agustín expone su subjetividad a través de sus Confesiones, como lo hacen Kafka, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Murakami, en tanto que Andrés, como Hildegard von Bingen y Jung, exponen su corazón imaginal a través de las visiones; en la confesión se habla en primera persona del singular, en la visión habla un nosotros expresado desde la subjetividad, son reflexiones arquetípicas que no requiere un yo retórico, tal como lo hicieron Sófocles, Empédocles o Aristóteles. La confesión reduce la experiencia a mi experiencia, en el relato visionario el yo sólo se imagina así mismo como unificador de la experiencia, sin embargo no es ni primero, ni persona ni singular, así tal como lo postula el psicoanálisis cuando descubre que somos porosos y múltiples en nuestra interioridad; eso mismo nos muestra Andrés en su despliegue visionario, somos legión, tu diminuta razón es un sol micro cósmico que puede ser devorado por el dragón verde de tus instintos, tus arterias son ríos, tu corazón un lago interno insondable.
A través de la narrativa vertiginosa de Andrés accedemos a un ojo que penetra más allá de la realidad a fin de llegar a una tierra nueva, que es como decir, un cuerpo nuevo, en el cual los sentidos del hombre interior se mezclan sinestesicamente. Curiosa similitud con lo que ocurre a través de la ingestión de ciertas sustancias, ejemplo paradigmático el de los hongos, tratado ampliamente por Castaneda. El propio lenguaje nace tal vez de las experiencias sinestésicas, diríamos que el lenguaje y la poesía son sinestésicos en esencia.
Asimismo, la presencia del iniciado se amolda a los nuevos espacios y los nuevos espacios, a su vez, en correspondencia, emergen de él. Se hace posible la co-creación y se hace posible también el uso del lenguaje simbólico para visualizar y contener en lo finito y manejable la infinitud del proceso interior…
Kenosis
Podríamos pensar junto a Corbin que nuestra imaginación activa es un instante de la imaginación divina, que es el universo, el cual es él mismo, en su conjunto, una teofanía. Cada una de nuestras imaginaciones es un instante entre los instantes teofánicos. La imaginación creadora hace visible el rostro inefable de la divinidad: capacidad teofánica que todos tenemos a través de la consciencia imaginal. Henry Corbin lo imaginaría como un cruce: encuentro entre el descenso divino y el ascenso de la criatura al creador. Y en las encrucijadas está Hermes, Dios del intercambio y la Palabra, de la chispa que ilumina.
Sigue así el mismo camino de la impensable divinidad en su abajamiento -la kenosis– que hace posible la encarnación; desciende el cielo sobre la tierra y la tierra se eleva al cielo la theosis) sin embargo, todos tenemos que encarnarnos, dice Simone Weil, hasta los dioses, hacer el periplo del despojo consiste en renunciar a toda pretensión y no tener miembros o cabeza, sino un discurrir por diversos estados de la materia… desplazarse en un mundo que está en permanente formación, entrar en la cosmogonía buscando cuál es nuestro origen psíquico, es un viaje del alma el que se inicia en Urumaco, un viaje necesario en el cual hay que dejar todo lo anterior, la rigidez del encuadre. Andrés da cuenta del instante de vértigo que genera la encarnación, La vida es un estado de crisis, vértigo inevitable cuando el ser nace y cae en el tiempo.
Pensemos en nuestra psique peregrina, inmersa en la psique del cosmos, imaginemos que de allí salimos, que en ella nos movemos y tenemos nuestro ser, es la fuente que Juan halló en Patmos, de allí bebe Hildegard von BIngen, la sibila del Rin, allí mismo abreva Jung para escribir y dibujar su libro rojo, El Liber Novus, el encuentro del alma con el alma que deviene en labor de creación, destrucción y recreación de mundos. La experiencia del sí mismo, (arquetipo del sí mismo) acude a Ignatius desde adentro, desde lo imaginal.
Capacidad retórica imaginativa es el himma
Me interesa resaltar que el Ignatius de Andrés no es un héroe en cuanto arquetipo solar, es por el contrario una suerte de personaje lunar, movido dentro de un colectivo, no es la hazaña individual del héroe, en este caso el personaje es conducido lleno de dudas y contradicciones, es decir es tomado por la propia dinámica del alma, tratando de mostrarse o de encontrarse a sí misma , teniendo presente sus contradicciones, sus miedos, toda el paisaje polimorfo de Urumaco, es la metáfora de todas los tiempos y vidas que hemos sido y los vestigios que nos conforma.
Eso es lo importante en Urumaco, el desierto que era río, delta, mar, selva, y ahora es cementerio de fósiles arcaicos, de una psique aun no nombrada, pero he ahí que en él se abren portales a través de los cuales regresan los océanos y los ríos donde el alma puede discurrir y hallar su verdadero nombre. Jung también tras un quiebre psíquico profundo inicia un encuentro con su psique despojado de todo asidero científico o racional, se aferra al arte creo yo, a la pintura, a la facultad imaginal entonces y de allí sale renovado a decir su discurso a hablar de sus teorías de arquetipos ante los científicos, porque imaginó e hizo posible –himma- su propia realidad arquetipal sugerente, seductora, siniestra, ominosa; así mismo Ignatius emerge siendo el propio yo reencontrado, dispuesto a transmitir su experiencia con el instrumento del símbolo y la palabra.
Somos impelidos a ser nosotros mismos, hacer alma conlleva destruir alma…. La alquimia, de cuya imaginería echa mano Andrés, nos proporciona esas imágenes, la mortificación, el sacrificio, la putrefacción, fermentación, la tortura, el desmembramiento, y luego el renacimiento y las nupcias de los opuestos.
En suma, se trata de un texto espléndido, denso y repleto de prodigios de todo tipo: verbales, metafóricos, psíquicos, terrestres, espirituales, cósmicos… Alucinante y caleidoscópico. La epifanía en el desierto de Urumaco es realmente estremecedora. Están presentes los vericuetos laberínticos de los mundos que nos conforman y en los cuales nos movemos, en el afuera, pero fundamentalmente en el adentro. La novela es el periplo alquímico, donde su atanor es la capacidad imaginal dentro del cual se forjan las visones y el Opus es Andrés Ignatius
Anamaría Hurtado.
Febrero 2023